martes, 29 de marzo de 2011

Una práctica de clase

Hoy me apetece publicar este comentario, práctica de la clase de libertad de expresión y ética informativo-comunicativa. Da para pensar, sin duda.


Sancho Lobato, Fernando

Práctica número 5. La Ley de Libertad de Prensa del 66. Comentario

Esta vez es importante comenzar por el final. 2011, la Era Digital. ¿Cómo es posible que siga vigente una ley de hace 45 años? Es evidente que, a pesar de los arreglos que ha sufrido la ‘Ley de Fraga’ de libertad de prensa (pocos) en aspectos tan básicos como la supresión de los secuestros administrativos de publicaciones, y la supresión del artículo 2, donde se vinculaba la libertad de expresión a los Principios del Movimiento Nacional, la ley queda muy desfasada con el momento actual.

Pero, antes de explicar todos estos puntos, pondré sobre la balanza algunos argumentos positivos para esta ley. Obviando la modernidad actual, España lleva alrededor de dos siglos luchando por las libertades, en el marco de los Estados Liberales, obviamente. Desde 1812, con la Constitución Liberal de Cádiz, hemos asistido a casi 150 años de peleas y luchas constantes por derrotar la libertad de expresión y la libertad de prensa. El siglo XIX fue especialmente perjudicial en este aspecto, puesto que no duraban más de dos años las leyes de prensa más permisivas. Después, en el siglo XX con la llegada del régimen de Primo de Rivera se echaron por tierra los avances de 1883, con la Ley de Policía de Imprenta de Sagasta. Y la ley de Fraga responde al Desarrollismo de Franco y a la acción de los tecnócratas, eliminando viejos fantasmas que hacían asomar levemente la democracia.

Ponía fin a muchos años de censura, y ese es su principal valor. En su defecto, era simplemente una copia con retoques del texto liberal del 83… aunque casi 100 años después. Pero, hasta ahí. La Constitución del 78, por otra parte, no favorece a una Ley de Prensa elaborada por los periodistas, como los abogados o arquitectos y otras profesiones colegiadas. El art. 20 tiene trampa. Es garante de la libertad de expresión y de información, pero coarta a su vez la renovación de la Ley de Prensa del 66, porque considera que para proteger la libertad de información todo el mundo puede actuar como periodistas (con los matices de que la protección de la cláusula de conciencia solo ampara al colectivo de periodistas titulados y no a todo el mundo).

Por tanto, una vez que nos hallamos en un proceso de madurez en democracia, sería interesante plantear un avance, una revisión de nuestra Carta Magna, para adaptarla a las nuevas circunstancias. Y sería interesante contar con la colaboración de una mesa de trabajo compuesta por periodistas, no por políticos, capitanes generales del ejército, etc. como ha pasado hasta ahora.

Nos encontramos ante una ley desfasada porque está redactada desde el punto de vista de un político que trabaja para un régimen autoritario, porque habla de soportes como libros, folletos, hojas sueltas, semanarios… que hoy en día pueden aparecer como reliquias en algún museo, pero no en la vida real. En el día a día, se debería proteger el derecho a informar por Internet, sí el uso de las redes sociales para difundir información se puede considerar periodismo o no, como se está viendo con el tema del terremoto de Japón, o si son compatibles las normas clásicas establecidas en prensa, radio y televisión con las nuevas normas que impone la Red, etc.

Porque la Ley del 66 incluye los depósitos previos para las licencias de prensa (ecos de la censura que aún reverberaban en aquella época, derogados hoy en día), regula los impresos clandestinos (si estamos en democracia, ¿ese artículo vale ahora para algo?) o el silencio de la Administración en la consulta voluntaria de documentos públicos (supongo que se refiera a los secretos oficiales). Aún así, eso debería regularse en otra ley; no considero que una ley de prensa deba pedir tantos requisitos para el periodista pero ampare rápidamente al Estado. No parece equilibrado.

Además, en 45 años debería haber dado tiempo a aplicar el Art. 33 de Profesión periodística y título profesional. Sólo hay un proyecto de ley de 2004: el Estatuto del Periodista Profesional. Pero, la cruda realidad es que el Jefe del Estado no ha promulgado aún este estatuto, ya que los partidos políticos se están riendo de una garantía constitucional tan fundamental y no son capaces de debatirla como es debido. Ni siquiera el PSOE, que si tanto quiere enterrar el Régimen de Franco, podría comenzar por aprobar una norma básica para que se firme este Estatuto y se ponga fin a una ley anticuada firmada por Francisco Franco (anulada su firma hoy en día, pero no es suficiente), que sigue recordando que los periodistas están regulados por el equipo de gobierno del Movimiento Nacional.

En estos casos no vale una derogación o una supresión de un artículo determinado, vale la anulación de la Ley de Prensa del 66 y la elaboración de una nueva ley, firmada por el Jefe del Estado actual, el Rey Don Juan Carlos. Es grave que ninguna fuerza política democrática se haya esforzado por hacernos olvidar la acción del gobierno franquista.

Pero, a pesar de las críticas, también considero el tono honesto del texto. Hay logros muy grandes. Para mí, la regulación de los directores y su inhabilitación con las faltas graves relacionadas con la prensa, además de la limitación de su cargo a la no participación en otras empresas públicas o privadas, me parece un gran acierto. Eso evita que la cabeza de la empresa sea avariciosa y tenga la tentación de ‘vender’ a su medio por sus propias aspiraciones individuales. Y el art. 33 es el mayor regalo para la democracia donado por esta ley. Pero, como ya digo, es una lástima despreciar tal regalo.

Así, como conclusión, destaco el papel puntual clave de la Ley del 66 y su gran valor histórico, actuando como los cimientos de la prensa en Transición y superando para siempre (esperemos) la censura previa. Aún así, nadie se plantea la gravedad de esa posibilidad de secuestro de publicaciones en Estado de excepción o de sitio, que sigue vigente en el art. 20 de la CE del 78. Se me ocurre qué hubiera podido ser de nosotros con el fallido Golpe de Estado del 23-F… y no es nada agradable pensar que toda la lucha diaria por sobrevivir a la crisis y toda la ilusión que se pone en las nuevas carreras de periodismo, en las redacciones de tantos medios de comunicación, etc. se pueda venir abajo rápidamente con un acto puntual de atentado a la democracia, o con una guerra contra algún Estado musulmán (Libia advierte, Siria aconseja… Irán puede ser el detonante, pero aún están tranquilos), pues la Constitución contempla esa posibilidad. Y, ¿entonces qué? ¿Quién sería el garante del Derecho Fundamental de Libertad de Información? Si por una tontería (huelga de controladores) hemos declarado el Estado de Alarma, y casi se condena a los trabajadores públicos por un delito de sedición ¿Qué hecho más o menos fuerte debería ocurrir para que la prensa quedase desprotegida totalmente?

Visto lo visto, no sería muy difícil que eso pasara. Y con la actual ley es aún más fácil. ¿Solución?

Es fácil, aplicación inmediata del art. 33 de la Ley de Libertad de Prensa del 66, derogación subsiguiente de la propia ley, y publicación final de una Ley renovada de medios de comunicación (prensa es particular, no predominante hoy en día como para dar nombre a una ley) que incluya un Estatuto justo con los periodistas. Protegiendo la prensa se protege la Constitución.

viernes, 25 de marzo de 2011

Una obra maestra

El sol se escondía de la noche, allá por las 6:45. El cielo, oscuro, fue adquiriendo colores malvas, violáceos, de un azul expléndido. Definitivamente, el día iba a radiar de luz. Un repertorio de rock de su juventud amenizaba la velada. Cada diez minutos, esa curiosidad felina por saber las cosas antes de tiempo que en él era característica, atronaba con fuerza una y otra vez.

¿El título? ¿El título? ¡El título!

¿Por qué ese título?

Un libro extenso aparecía solemne sobre la mesa. No había parado de darle vueltas al tema, a la vida de la escritora, a su mundo interior. Aunque pensaba que la conocía en esencia, no sabía hasta donde podía llegar su sensibilidad, sus miedos, sus pensamientos internos. A veces, le parecía un muro de hormigón impenetrable, una especie de sargento de hierro que se protegía del mundo. Pero aquel libro despejó sus dudas para siempre. El carácter de la escritora se había forjado a través de muchas vivencias, y de superar en más de una vez y dos veces una enfermedad que se apoderaba de ella cada cierto tiempo, que parecía estar acurrucada y en el momento menos preciso aparecía. Después de viajar por esa vida tan completa, de subirse al barco que le llevaba a lo más profundo de sus pensamientos, de observarlos impertérritos, de admitir un poder mayor en sus decisiones, en sus consejos, en su actitud hacia la vida, porque esta le había jugado 2.500 jugarretas y la chica del pelo rubio ceniza siempre se había defendido aprendiendo, dándose las hostias y, finalmente, golpeando con fuerza a su propio destino para superar todas las adeversidades, ya solo quedaba desempolvar las últimas páginas y terminar aquel viaje.

¿Cuál era esa sonrisa más poderosa que todas las pastillas que se había tomado en su vida la protagonista? ¿A qué se refería con el título, Tú sonrisa me droga?

Cuando llegó el momento de averiguarlo, no pudo evitar una sonrisilla de complicidad. Aquella última frase tenía mucho más que el mensaje de toda una vida. Aquella última frase tenía gotas de tinta de lealtad, otras de amor, otras de gran valentía, de honor y bondad, como decirlo, de echarle dos pelotas a la vida y marcarse una cita a fuego, un slogan, una forma de vida, una unión de sangre, un acuerdo, un buen pacto entre damas, el tesoro por fin encontrado al final del camino.

Todos los mapas que leyó en su vida llevaban a esa frase. Miles de piratas y bucaneros intentaban de vez en cuando derrivar sus naves, pero, impetuosa, Agirol Yar resistía sobre su propio eje, guiada sin duda por aquellos sentimientos de amor y cariño expresados al final de su viaje, armada de canciones y muchos muchos libros y relatos, de poemas y sonetos, de artistas expresando su libertad. Joder, su propia obra olía a liberación.

El tercer ojo visionario había hecho su trabajo. Claro que... ahora tenía trabajo de nuevo.

Power my friend.

Your smile too drug me.

Bless