domingo, 25 de marzo de 2012

Manuscrito humanista

Yo soy un hombre de letras. No quiere decir que no me interese la ciencia, todo lo contrario, pero mi formación, lo que más me interesa, está más en relación con el desarrollo vital expresado con palabras, que con la exactitud que suele buscar la ciencia. Aunque el concepto de ciencia como tal, se define como toda disciplina que estudia a fondo un determinado asunto, y por ejemplo existe la anatomía, pero también existen las ciencias de la comunicación y de la información, que se prestan mucho más al debate y a la inexactitud que subyace a su propia naturaleza. Con el tema de definirme como hombre de letras, más bien me estoy refiriendo a mi rechazo por las ciencias exactas. Soy bastante huidizo de todo lo que no puede ser refutado. Obviamente, sin las letras sería imposible explicar muchas cosas. Aquí mi manifiesto va a basarse en lo que yo pienso que definirá o definiría, en el hipotético caso de llevarse a cabo, las relaciones de aprendizaje y realización de las personas en el futuro.

Para que estas ideas que voy a expresar se lleven a cabo, es imprescindible desligarnos de la visión netamente individualista de supervivencia que nos ha impuesto el sistema capitalista. Mi idea parte de una visión colectivista de la sociedad, en la cual todo el mundo tenga algo que decir y aprendamos todos de todos, sin un canal oficial que emita todos los mensajes que llegan a nuestros oídos, y que hoy en día regenta el Estado. Liberemos al Ente de esta función, pues lo oficial nos cohibe y no nos deja pensar por nosotros mismos.

Mi primera idea que podría ser interesante, se basa un poco en el modelo del banco del tiempo, es decir, un modelo de aprendizaje en el cual cada uno aporte a los demás parte de sus cualidades, habilidades, saberes, etc., y a cambio pueda participar en las habilidades de los demás. Incluso, yo creo que no debería ser obligatorio dar, en el sentido de poner barreras obligatorias a esa formación colectiva. Cada uno aportaría en el grado en que se sintiera capaz de hacerlo, pues lo que primaría en ese sistema sería la colaboración, no la obligación. Pero ya digo, para que esto se lleve a cabo, es imprescindible olvidar el dinero. Luego explicaré cómo. De momento, no veo mucho futuro en la "dinerocracia", en que un billete de papel domine nuestra existencia. Al fin y al cabo, Tomás Moro, John Locke o Aristóteles, así como muchos más pensadores, filósofos y humanistas de la modernidad y de la era clásica, llegaron al acuerdo tácito de que la principal función, misión u objetivo del ser humano, en su naturaleza finita, era su propio desarrollo como invidividuo, es decir, la realización de sí mismo en tanto materia prima o potencialidad, hasta convertirse en potencia realizada.

¿En qué momento se vio nublado un fin tan sumamente atractivo como este, por algo tan insustancial como el dinero? Es difícil de saber.. Claro que, el poder del dinero gobierna el mundo, en gran parte provocado por la banalización o poca relevancia de los valores dentro del sistema. Estos no se fomentan a propósito, yo pienso, para que la gente no desarrolle una ética en consonancia con su entorno.

Bien. Profundizando en la idea que quiero desarrollar, pienso que todo el mundo tiene algo que aportar; el concepto de clase magistral, de una sola voz que monopoliza el discurso, es una vía de aprendizaje, pero como tal, es muy insuficiente. No suele fomentar la colaboración, ni la reflexión, ni el debate. Es difícil sacar algo en claro de un monólogo temático. Por eso insisto en que compartir conocimiento a cambio de conocimiento, y no de dinero, permitiría participar a todo el mundo en el discurso social. Las universidades cumplen ahora mismo esa función de lanzar el monólogo temático de turno y el discurso magistral, es decir, el discurso de una sola vía. Yo hablo y tú escuchas. Cambiemos esa orientación para que pueda participar cualquier persona, sin cortapisas económicas, ni académicas, ni de ningún otro tipo, que hoy limitan muchísimo ese necesario discurso social en torno a todas las disciplinas del conocimiento. Seamos a la vez alumnos y profesores, enseñemos lo que sabemos y aprendamos de lo que otros saben. Da igual de qué, de todo. Alguien puede enseñarme a dar masajes, por ejemplo, y yo podría enseñarle a analizar la estructura de cualquier texto, las partículas que sirven para ordenar un discurso, y cuáles son las funciones de las pausas, qué elementos son principales, y qué elementos son secundarios en la oración, qué es la oración, o que armas lingüísticas tenemos a nuestra disposición para estructurar las ideas y hacernos entender.

A su vez, un economista podría ir al taller de masajes, y a cambio, explicarnos a todos en qué está fallando la economía, en qué momento dejó de ser una herramienta para garantizar nuestra supervivencia y se convirtió en el todo, en el fin en vez de en el medio, en la soga que tira de nuestra esencia, que nos ahoga si no nos integramos en los vericuetos de su engranaje.

Y así con todo. Todos sabemos hacer algo que el vecino nuestro no conoce. Pongamos en marcha este mecanismo, y el discurso social dejará de ser oficialista, de una sola vía y manejado por el capital, para convertirse en un discurso mucho más rico en valores, impregnado de la reflexión colectiva y no envenenado por las flechas malintencionadas del interés económico.

He hablado hasta ahora, por tanto, de dos ideas que para mí son fundamentales para poder cambiar radicalmente las relaciones de aprendizaje y realización personal: la eliminación del dinero como método imprescindible para avanzar en la educación las personas, y la entrada en la esfera del conocimiento de cualquier persona que demuestre una actitud colaborativa y dispuesta al compartimento de saberes, habilidades y otras capacidades humanas. Se debe eliminar el elitismo y favorecer la voz de los mayores, esa que hoy en día se ha perdido hasta límites insospechados. Esto es consecuencia, como dije antes, de la falta de proliferación del respeto a los valores humanos; en este caso, algunos tan básicos como la experiencia, la sabiduría y la visión global de la situación social actual en comparación con épocas no tan pasadas.

Y es la propia situación de aislamiento del debate social de las personas mayores la que está provocando este desfase total en el que vivimos hoy en día. ¿Quién debe tener acceso al conocimiento? ¿Solo las personas con suficientes recursos económicos que demuestren una habilidad tan frugal como es en este caso la memorización? Yo diría que no. El propio Punset resta muchísimo mérito a esta faceta del aprendizaje. Yo diría que nuestros mayores, que fueron personas que tuvieron que colaborar entre sí para sobrevivir, también reconocerían que la educación, y con ella, la liberación y realización del ser humano, le corresponde a cada individuo intrínseca y universalmente por el mero hecho de pertenecer al planeta Tierra como seres interdependientes unos de otros. Es un derecho básico que el capitalismo se ha encargado de cercenar. Y ahí está la clave. Sin dinero, o con una visión del dinero como bien colectivo en relación a los recursos disponibles, y no como el dios supremo que rige nuestra existencia, la gente podría formarse libremente, sin miedo a morir de hambre por hacerlo y no dedicar más tiempo al trabajo, porque la propia economía se encargaría de repartir el dinero equitativamente para que todo el mundo tuviera acceso a una serie de recursos indispensables para la vida. Me refiero a la vida, al poder vivir dignamente y a la vez desarrollar esa potencialidad que nos lleva hasta nuestro resultado final, sin privarnos de vivir una vida rica en cuanto a conocimiento personal, obviamente.

En un mundo más humano, el trabajo no serviría para ganar dinero, para enriquecerse sin escrúpulos; si se restringiese el valor del dinero hasta el punto de que solo fuese efectivo para cubrir las necesidades básicas, si a partir de cierta cantidad, una persona no pudiera hacer nada más con su dinero porque ya hubiese cubierto sus necesidades, no existiría la especulación, y por ende, el hambre en el mundo se extinguiría. Simplemente, todos trabajaríamos para todos, para procurarnos unos recursos y vivir de ellos, ni más ni menos, sin especulaciones para que otro que no tiene ni recursos ni dinero, pudiese acceder libremente a los recursos sobrantes, que los habría, como de hecho los hay hoy en día, solo que el dinero se impone como barrera en su consecución.

Y por eso expreso la necesidad imperiosa de volver a integrar a nuestros mayores en el discurso social, porque ellos, aparte de no conocer los avances de la técnica actuales, que sin duda les habrían facilitado muchísimo la existencia, vivieron en algo muy parecido a esta economía de recursos de la que hablo. No se trataba de acaparar dinero; no había gigantes, ni multinacionales actuando contra las personas, ya que el Estado lo imposibilitaba. En cierto modo, la economía era mucho más ética en su tiempo.

Si recuperásemos la ética en ese apartado de la vida, ya podríamos avanzar, con los conocimientos que tenemos hoy, hacia un estadio más propicio para la liberación y auto-realización del ser humano. La Revolución Francesa planteó sus tres pilares, que hoy en día rigen nuestra era: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Toda vez que en los dos primeros pilares se ha avanzado bastante teoricamente (no así en la práctica, aunque con las herramientas adecuadas se podría llevar al mundo real), en mi opinión, el tercer principio es la llave maestra de la humanidad, la que nos permitirá vivir en un mundo más libre y más justo. Es la fraternidad, la hermandad entre los humanos, la confianza estrecha el uno en el otro, el amor entre iguales, el único método para superar el punto muerto en el que se haya hoy en día la sociedad, más viciada y más anti-humanista que nunca, que desgraciadamente se ha impuesto en nuestras vidas.

Me refiero a que el amor debería sustituir al dinero, y pienso que así todo el mundo tendría las mismas oportunidades de ser feliz.

Liberté, Égalité, FRATERNITÉ!!

El Vitruvio, de Leonardo Da Vinci, fue un icono en su día del Humanismo, una época historica que apostaba por las capacidades del Ser Humano por encima de todo



lunes, 5 de marzo de 2012

Mi opinión sobre Marzo Negro

Antes de comenzar con una serie de monografías, o monotemas que por recomendación empezaré a escribir, ya que me parece una buena idea para dar rienda suelta a las ideas, valga la redundancia, a veces dispersas que vagan por mi cabeza, me gustaría dar mi opinión sobre esta propuesta de Anonymous.

El boicot siempre ha sido un acto de rebeldía con más consecuencias negativas que positivas. Se vio en Londres el año pasado, donde la gente quemó tiendas de personas que no tenían la culpa, solo para demostrar verdadero animalismo social y para robar aparatos tecnológicos. Un boicot, independientemente de que sea violento o no, perjudica a muchas personas. Con esa premisa tenemos que partir para comprender el Marzo Negro. Irremediablemente se me viene a la cabeza el caso de unos amigos y compañeros míos de facultad. Ellos han montado una revista digital. No son capitalistas, no son banqueros forrados de dinero, ni financieros especuladores, ni gobiernos corruptos, ni multinacionales que estafan y roban a los estados. Solo son dos periodistas que han invertido mucho dinero en montar una revista digital, y que, si Marzo Negro se llevara a cabo, quizá debieran cerrar o se vería en graves apuros su proyecto en ciernes. Cuál es su culpa? Distribuirla gratuitamente a través de APP Store para intentar captar publicidad y ganarse el pan para comer. Solo con eso, Anonymous ve indicios para dejar de descargar ese producto, para, en teoría, intentar tumbar a los gigantes de la red. Pero, ¿a quién tumbaría, a una compañía como Apple, forrada de dinero, que por unos clicks no van a perder ese dinero, o a esa gente que cuelga sus productos en la red de Apple?

Eso es un boicot, algo planeado para tirar al de arriba, que acaba perjudicando casi siempre al de abajo. Creo que para expresar nuestro hartazgo con la situación actual no hay que atacar indiscriminadamente, o dejar de utilizar todas las herramientas a nuestro alcance solo porque lo dice Anonymous. Sería mucho más consecuente individualizar nuestros actos. Si tú no estás de acuerdo con la política de una empresa, o de un banco, etc., compra productos de otra empresa o lleva tu dinero a otro banco, pero no cargues automáticamente contra todos los bancos, o todas las empresas, porque eso al final acabaría perjudicándote a ti el primero. Es decir, se puede hacer el Marzo Negro contra Universal, Warner Bros, Sony, o las grandes productoras de Hollywood. Pero, realmente se merecen unos pequeños empresarios que la gente deje de descargar gratuítamente su producto solo porque esté alojado en APP Store? Pues yo creo que no. Y así con muchísimas cosas. Desde servidores que alojan a escritores que intentan promocionar su trabajo de manera gratuita, hasta redes sociales de fotografía, música, etc. donde gente anónima -curiosa paradoja- intenta expresar y compartir su arte también de manera gratuita, para que alguien interesado pueda contratar sus servicios.

Y, aunque nos pese que a través de ese arte anónimo, muchos servidores ganen dinero con la publicidad, seguimos consumiendo TV, por ejemplo, donde la publicidad llega a límites tan salvajes como que cada programa de televisión puede costar cerca de un millón de euros, y eso se financia con 15-20 minutos de anuncios. Eso es salvaje, pero Anonymous no pide boicot a la TV Privada. Claro que, estamos en las mismas. Si la gente dejase de consumir TV, muchos trabajadores se irían a la calle... Es el gran problema del tiempo de consumo, que diría Guy Debord en La Sociedad del Espectáculo. Vivimos en la era de las masas, y las decisiones colectivas tienen resultados colectivos, afectando a todo y a todos. Es imposible individualizar el grado de afectación, a no ser casos extremos como el boicot publicitario que ha acabado con La Noria de Telecinco, por ejemplo. Pero ahí entran en juego las decisiones de los poderosos. Estas sí pueden individualizar su foco de repercusión. Son los cirujanos plásticos de las decisiones en el Siglo XXI. Con tocar una tecla, o, más bien, con guardarse los billetes, deciden el futuro de las cosas. Nosotros, como no tenemos billetes, decidimos más bien poco, aunque podemos hacer mucho ruido, eso sí.

No sé, en realidad, con el Marzo Negro se pueden hacer mil cosas que no sea atacar indiscriminadamente a todo lo que huela a arte y cultura por la red. Por ejemplo, no usar el canal VEVO dentro de Youtube, que suele amparar a estas grandes multinacionales, o penalizar todas las películas de cartelera estadounidenses en los índices de fillmaffinity u otro tipo de páginas especializadas en puntuar películas... Pero hacer boicot a todo tipo de productos culturales por la red, primero me parece ridículo, y luego me parece cavernícola. Porque no todos los productos son iguales, ni tienen los mismos valores éticos. Apuntarse a un boicot ha de hacerse desde un punto de vista de reflexión individual sobre qué vale la pena consumir y qué no vale la pena consumir. Pero yo creo que Marzo Negro es Vida Negro. Tan sencillo como adoptar esa actitud siempre, ser selectivo con lo que consumimos, y no tirarnos a la tentación de los gigantes empresariales. Porque en nuestros días hay una fiebre de tecnología, por ejemplo, y con esto introduzco parte de mi pequeña y humilde tesis con la que empezaré la miniserie que comento arriba, una fiebre que le hace a muchas personas cambiar de móvil cada 6 meses, o de televisión, videoconsola, aparato de reproducción de música, etc. Solo por mero consumismo. Pues eso es un poco lo que habría que cambiar, que la gente no se dejase llevar tanto por la novedad, por apuntarse a todo lo nuevo que sale y consumirlo, y sacara la esencia de la tecnología, sabiendo usar solo lo imprescindible.

Así como imprescindible es hoy tener móvil, pc, tv, etc. porque prácticamente la sociedad de consumo lo ha instaurado en nuestras vidas como algo imposible de evitar, pues hombre, se puede vivir con un ordenador antiguo, o con un móvil de más de dos años. No hace falta estar todo el puto día comprándote el último juguetito que salga, porque como diría el anuncio del caprichito, quien despilfarra, la paga, jeje.

No sé, mi idea sobre Marzo Negro, y con esto termino, es que está bien como iniciativa, pero no me parece bien que sea indiscriminado a todos los servidores que ganan dinero, por lo que explico arriba, porque si no consumes nada de ningún servidor, muchos proyectos gratuitos se pueden ir al garete. Hemos de asumir que esto es una simbiosis, los grandes nos necesitan, pero a veces, nosotros también necesitamos a los grandes. Fíjate, esto mismo que estoy escribiendo me lo proporciona como plataforma blogger, que seguramente pertenezca a google, o algo por el estilo. Ellos ganan pasta, evaden impuestos, se pegan la vida padre en Islas Vírgenes o en San Cristobal y Nieves, o en Las Bahamas, pero no por eso creo que sea malo entrar en mi blog o en el de cualquier persona. Ala, como ellos se lucran de las visitas, dejemos de visitar nada, ni de compoartir cultura, ni conocimientos, saberes, etc.

Termino, que me estoy estendiendo mucho. Marzo Negro es una flecha cargada de veneno amasao, como diría José Mota, pero que no está bien dirigida, a mi juicio. Creo que este tipo de iniciativas deberíamos organizarlas en Anonymous, y colectivizo porque se supone que Anonymous somos todos, en intentar concienciar de alguna manera a la gente mayor o a gente que no ha tenido oportunidad de formarse para pensar por sí misma, y hacerles ver la gravedad de votar al bipartidismo, o de meter todo su dinero en fondos de inversion de riesgo, por ejemplo. Ellos seguramente no sepan, que con esos fondos pueden estar ayudando a financiar alguna guerra, por poner un ejemplo duro de lo que hacen con nuestro dinero.

Creo que Anonymous debería ser más moralizante, más ético, y menos acción a lo bodoke, a lo kamikaze. Siempre intentan conseguir algo mediante la fuerza, con fogonazos de éxito de aproximadamente diez minutos, como explica Dross en el vídeo que a continuación os dejo. Me parece una gran aparición, como grupo que nos representa a todos, pero para mí debería orientar su acción en ser un ejemplo de civismo y de enseñar valores buenos a las personas, e intentar educarlas, no gastar todo su arsenal en hacer el cabestro, que es lo que hacen muchas veces.

Ah, y a la pregunta de si yo voy a hacer Marzo Negro, la respuesta es sí. Pero no por razones de boicot, sino porque como bien diría el chiste, yo no tengo ni Ipad, ni Iphone, ni Itunes, ni Iplus porque no tengo Idinero... jejeje, así que yo, como pobre consumidor que soy, supongo que no cuento en la iniciativa de Anonymous. Vamos, no sé quién paga hoy en día por discos y todo eso, pero alguien lo hará en vistas de que siguen forrándose estas multinacionales. Yo no pago, pero no de hoy ni de mañana, de nunca. Soy un navegante de la Red que lo máximo que he consumido han sido camisetas de la NBA o de algún regalo a mis hermanos, o amigos... y poco más. Así que Marzo Negro para mí es seguir mi actitud normal en la red, es decir: algún troleo en algún foro, algo de porno, el facebook y juegos de mierda de estos cybernéticos, lectura de noticias curiosas en menéame... yo siempre tengo mis páginas en una lista que miro y remiro y remiro, y de ahí no salgo. Ni compro ni nada, porque en mi tarjeta del banco hay 0,40 céntimos de euro. Y lo más sorprendente es que a veces remiro también esa cuenta, por si me he hecho millonario así de repente, y pone... intereses de acreedores: 0,00 céntimos. Ni los acreedores se acuerdan de mí, jeejejeje. Qué triste, coño!!

Ale, os dejo con tito Dross. No estoy muy de acuerdo en lo que dice esta vez, pero bueno, me gusta por su capacidad de argumentación y porque se expresa muy bien. Y tampoco estoy de acuerdo en la diferencia que hace entre los políticos americanos y los europeos. Me parecen la misma basura ambos. Lo dicho, esta es mi opinión sobre Marzo Negro, que esperemos que sea muy lucido y con mucho sol, que bastante negro hemos visto este invierno. Siguiente capítulo, I. Sancho y la tecnología. Prometo emociones fuertes, jeje