Para que estas ideas que voy a expresar se lleven a cabo, es imprescindible desligarnos de la visión netamente individualista de supervivencia que nos ha impuesto el sistema capitalista. Mi idea parte de una visión colectivista de la sociedad, en la cual todo el mundo tenga algo que decir y aprendamos todos de todos, sin un canal oficial que emita todos los mensajes que llegan a nuestros oídos, y que hoy en día regenta el Estado. Liberemos al Ente de esta función, pues lo oficial nos cohibe y no nos deja pensar por nosotros mismos.
Mi primera idea que podría ser interesante, se basa un poco en el modelo del banco del tiempo, es decir, un modelo de aprendizaje en el cual cada uno aporte a los demás parte de sus cualidades, habilidades, saberes, etc., y a cambio pueda participar en las habilidades de los demás. Incluso, yo creo que no debería ser obligatorio dar, en el sentido de poner barreras obligatorias a esa formación colectiva. Cada uno aportaría en el grado en que se sintiera capaz de hacerlo, pues lo que primaría en ese sistema sería la colaboración, no la obligación. Pero ya digo, para que esto se lleve a cabo, es imprescindible olvidar el dinero. Luego explicaré cómo. De momento, no veo mucho futuro en la "dinerocracia", en que un billete de papel domine nuestra existencia. Al fin y al cabo, Tomás Moro, John Locke o Aristóteles, así como muchos más pensadores, filósofos y humanistas de la modernidad y de la era clásica, llegaron al acuerdo tácito de que la principal función, misión u objetivo del ser humano, en su naturaleza finita, era su propio desarrollo como invidividuo, es decir, la realización de sí mismo en tanto materia prima o potencialidad, hasta convertirse en potencia realizada.
¿En qué momento se vio nublado un fin tan sumamente atractivo como este, por algo tan insustancial como el dinero? Es difícil de saber.. Claro que, el poder del dinero gobierna el mundo, en gran parte provocado por la banalización o poca relevancia de los valores dentro del sistema. Estos no se fomentan a propósito, yo pienso, para que la gente no desarrolle una ética en consonancia con su entorno.
Bien. Profundizando en la idea que quiero desarrollar, pienso que todo el mundo tiene algo que aportar; el concepto de clase magistral, de una sola voz que monopoliza el discurso, es una vía de aprendizaje, pero como tal, es muy insuficiente. No suele fomentar la colaboración, ni la reflexión, ni el debate. Es difícil sacar algo en claro de un monólogo temático. Por eso insisto en que compartir conocimiento a cambio de conocimiento, y no de dinero, permitiría participar a todo el mundo en el discurso social. Las universidades cumplen ahora mismo esa función de lanzar el monólogo temático de turno y el discurso magistral, es decir, el discurso de una sola vía. Yo hablo y tú escuchas. Cambiemos esa orientación para que pueda participar cualquier persona, sin cortapisas económicas, ni académicas, ni de ningún otro tipo, que hoy limitan muchísimo ese necesario discurso social en torno a todas las disciplinas del conocimiento. Seamos a la vez alumnos y profesores, enseñemos lo que sabemos y aprendamos de lo que otros saben. Da igual de qué, de todo. Alguien puede enseñarme a dar masajes, por ejemplo, y yo podría enseñarle a analizar la estructura de cualquier texto, las partículas que sirven para ordenar un discurso, y cuáles son las funciones de las pausas, qué elementos son principales, y qué elementos son secundarios en la oración, qué es la oración, o que armas lingüísticas tenemos a nuestra disposición para estructurar las ideas y hacernos entender.
A su vez, un economista podría ir al taller de masajes, y a cambio, explicarnos a todos en qué está fallando la economía, en qué momento dejó de ser una herramienta para garantizar nuestra supervivencia y se convirtió en el todo, en el fin en vez de en el medio, en la soga que tira de nuestra esencia, que nos ahoga si no nos integramos en los vericuetos de su engranaje.
Y así con todo. Todos sabemos hacer algo que el vecino nuestro no conoce. Pongamos en marcha este mecanismo, y el discurso social dejará de ser oficialista, de una sola vía y manejado por el capital, para convertirse en un discurso mucho más rico en valores, impregnado de la reflexión colectiva y no envenenado por las flechas malintencionadas del interés económico.
He hablado hasta ahora, por tanto, de dos ideas que para mí son fundamentales para poder cambiar radicalmente las relaciones de aprendizaje y realización personal: la eliminación del dinero como método imprescindible para avanzar en la educación las personas, y la entrada en la esfera del conocimiento de cualquier persona que demuestre una actitud colaborativa y dispuesta al compartimento de saberes, habilidades y otras capacidades humanas. Se debe eliminar el elitismo y favorecer la voz de los mayores, esa que hoy en día se ha perdido hasta límites insospechados. Esto es consecuencia, como dije antes, de la falta de proliferación del respeto a los valores humanos; en este caso, algunos tan básicos como la experiencia, la sabiduría y la visión global de la situación social actual en comparación con épocas no tan pasadas.
Y es la propia situación de aislamiento del debate social de las personas mayores la que está provocando este desfase total en el que vivimos hoy en día. ¿Quién debe tener acceso al conocimiento? ¿Solo las personas con suficientes recursos económicos que demuestren una habilidad tan frugal como es en este caso la memorización? Yo diría que no. El propio Punset resta muchísimo mérito a esta faceta del aprendizaje. Yo diría que nuestros mayores, que fueron personas que tuvieron que colaborar entre sí para sobrevivir, también reconocerían que la educación, y con ella, la liberación y realización del ser humano, le corresponde a cada individuo intrínseca y universalmente por el mero hecho de pertenecer al planeta Tierra como seres interdependientes unos de otros. Es un derecho básico que el capitalismo se ha encargado de cercenar. Y ahí está la clave. Sin dinero, o con una visión del dinero como bien colectivo en relación a los recursos disponibles, y no como el dios supremo que rige nuestra existencia, la gente podría formarse libremente, sin miedo a morir de hambre por hacerlo y no dedicar más tiempo al trabajo, porque la propia economía se encargaría de repartir el dinero equitativamente para que todo el mundo tuviera acceso a una serie de recursos indispensables para la vida. Me refiero a la vida, al poder vivir dignamente y a la vez desarrollar esa potencialidad que nos lleva hasta nuestro resultado final, sin privarnos de vivir una vida rica en cuanto a conocimiento personal, obviamente.
En un mundo más humano, el trabajo no serviría para ganar dinero, para enriquecerse sin escrúpulos; si se restringiese el valor del dinero hasta el punto de que solo fuese efectivo para cubrir las necesidades básicas, si a partir de cierta cantidad, una persona no pudiera hacer nada más con su dinero porque ya hubiese cubierto sus necesidades, no existiría la especulación, y por ende, el hambre en el mundo se extinguiría. Simplemente, todos trabajaríamos para todos, para procurarnos unos recursos y vivir de ellos, ni más ni menos, sin especulaciones para que otro que no tiene ni recursos ni dinero, pudiese acceder libremente a los recursos sobrantes, que los habría, como de hecho los hay hoy en día, solo que el dinero se impone como barrera en su consecución.
Y por eso expreso la necesidad imperiosa de volver a integrar a nuestros mayores en el discurso social, porque ellos, aparte de no conocer los avances de la técnica actuales, que sin duda les habrían facilitado muchísimo la existencia, vivieron en algo muy parecido a esta economía de recursos de la que hablo. No se trataba de acaparar dinero; no había gigantes, ni multinacionales actuando contra las personas, ya que el Estado lo imposibilitaba. En cierto modo, la economía era mucho más ética en su tiempo.
Si recuperásemos la ética en ese apartado de la vida, ya podríamos avanzar, con los conocimientos que tenemos hoy, hacia un estadio más propicio para la liberación y auto-realización del ser humano. La Revolución Francesa planteó sus tres pilares, que hoy en día rigen nuestra era: Libertad, Igualdad y Fraternidad. Toda vez que en los dos primeros pilares se ha avanzado bastante teoricamente (no así en la práctica, aunque con las herramientas adecuadas se podría llevar al mundo real), en mi opinión, el tercer principio es la llave maestra de la humanidad, la que nos permitirá vivir en un mundo más libre y más justo. Es la fraternidad, la hermandad entre los humanos, la confianza estrecha el uno en el otro, el amor entre iguales, el único método para superar el punto muerto en el que se haya hoy en día la sociedad, más viciada y más anti-humanista que nunca, que desgraciadamente se ha impuesto en nuestras vidas.
Me refiero a que el amor debería sustituir al dinero, y pienso que así todo el mundo tendría las mismas oportunidades de ser feliz.
Liberté, Égalité, FRATERNITÉ!!
El Vitruvio, de Leonardo Da Vinci, fue un icono en su día del Humanismo, una época historica que apostaba por las capacidades del Ser Humano por encima de todo |