martes, 15 de mayo de 2012

Instituciones Griegas

Una reflexión que me chocó muchísimo hace dos o tres años en una clase de la Universidad fue la que hizo una profesora mía. Era una asignatura de libre configuración llamada Instituciones Griegas, que dábamos de tres a cuatro de la tarde, y sólo estábamos apuntados cuatro o cinco personas. Allí nos reuníamos a hablar de la Ilíada, de los 20 tantos cantos de aquella obra, que si se piensa bien, era una especie de biblia de los dioses en aquella civilización (es decir, la misma comida de olla de la biblia pero en versión griega), pero también hablábamos de la fundación de la democracia de Solón, de la Atenas de Pericles, de las guerras entre Atenas y Esparta, del sistema de organización de aquella sociedad, etc.

Y a veces hacíamos debates donde cada uno tenía que defender una postura documentándose sobre el tema, sobre si creíamos que realmente existió Herodoto como cronista oficial de aquella época, sobre si Homero escribió la Ilíada o realmente eran una serie de escritores... y un día salió la pregunta. Elena, creo que se llamaba la profesora, nos explicó que la fundación del Estado moderno tuvo lugar en Grecia, en aquellos días que se fundaba la democracia. Y nos preguntó a todos que cuál era la función del Estado, que qué pensábamos sobre el estado, qué función principal tenía, para qué servía.

Todos nos quedamos mirándonos unos a otros, como pensativos... Y empezamos a hablar.
-Hombre, pues el Estado... su función principal es armonizar la convivencia de las personas, organizar las instituciones, proveer la educación, sanidad y otros servicios a la gente...

La profesora nos miró, totalmente con los ojos abiertos, como si de verdad no se pudiera creer nuestra nula inteligencia, nuestro nulo análisis de la realidad, y eso que entre los allí presentes, había un arqueólogo que estaba cursando su segunda carrera en artes clásicas, y dos o tres periodistas que se supone que debíamos tener una voz más crítica de la realidad. Ninguno habíamos dado una respuesta coherente, sin embargo.

-No -nos dijo-. La función principal del estado es la represión. Es el ente que sirve para reprimir a la gente, para coartarla de que cometa los delitos, para prevenir que se creen delincuentes en las calles, para que no tiren el propio estado abajo. Y para ello, efectivamente, viste con ciertos servicios a sus ciudadanos para conseguir su principal cometido: mantener el status quo, y a la vez siembra el miedo en las calles con la policía, que es su aparato de control básico.

Hubo silencio. No lo habíamos pensado, y creo que todos estábamos bastante decepcionados con nuestras previsiones idealistas del estado.

La realidad era la que nos estaba contando Elena, y la realidad es lo que estamos viendo hoy. Pienso mucho en aquellas clases. No había nota media, nadie nos jugábamos nada. Eran créditos obligatorios, pero por decirlo de alguna manera, la palabra créditos "libres" denotaba que la gente no se lo tomaba demasiado en serio. Hoy, sin embargo, puedo decir que aquella clase me enseñó y me demostró muchísimas más cosas que casi el resto de la carrera.

En ocasiones se tiende a idealizar aquella sociedad que nació en Atenas, porque quizá nos lo han contado como les ha interesado, pero realmente en Grecia inculcaron el virus del hoy en día, ese que no permite levantar la voz contra el sistema que supuestamente nos protege. Los hermanos Wachowski también nos lo explicaron a su modo en la trilogía de Matrix.

Hoy somos corderos pacifistas criados por el Estado, que por otra parte ha criado en tiempo real y de manera simultanea a los agentes Smith (metafóricamente) que controlan el sistema y son los propios cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y que además son los únicos "ciudadanos" legitimados para usar la violencia dentro del Sistema.

Paz, amor, buen rollo, clases de valores... sí, en el colegio había clases de valores los viernes por la tarde (por supuesto, los valores que a ellos les interesaban: sé bueno, pórtate bien, ayuda a cruzar la calle a las abuelitas...), y luego la catequesis de la iglesia, que para los que tuvimos que sufrirla nos intentaba lavar el cerebro de manera acojonante, etc. Eran todo pantomimas y mentiras del Estado para crear ciudadanos pacíficos y que no echáramos abajo el propio sistema. Como he escuchado recientemente, nos educaron para ser ciudadanos ejemplares, en lugar de prepararnos para luchar contra las injusticias. Lógicamente, no les interesaba para nada el segundo punto...

Hoy solo nos queda cambiar nuestros preceptos que nos han enseñado desde pequeños, olvidarnos de todo el maquillaje adulador e idealista que nos vendió el Estado como imagen propia de sí mismo, pero que era mentira en realidad. Era como el cuento de Blancanieves. Espejito espejito, quien es el Estado más bonito de todo el Reino? Y nosotros contestábamos: Usted, Estado, Usted... Nos tenemos que olvidar de todo esto y entender que la única función del Estado era la que me decía Elena aquella tarde, es decir, inculcar el miedo a la gente y coartarla para que no cometa delitos y ponga en peligro la propia integridad del status quo existente. Además, tampoco quieren que pensemos por nosotros mismos, y de la libertad individual como ciudadanos libres... de eso ya ni hablamos.

Y con todas esas herramientas que el Estado pone a su servicio: medios de comunicación, enseñanza pública manipuladora, fuerzas de seguridad, televisión atontonadora, etc etc. debemos volcarles todo eso en su contra y empezar a organizarnos un poco al margen y no creernos todas sus mentiras. En Grecia ya están empezando a usar monedas alternativas al euro en mercados locales que albergan a pequeños núcleos de población. Usan monedas para dar un valor justo a los bienes materiales, que se obtienen en el entorno local a través de cooperativismo y algunas prácticas de trueque, y están empezando a conseguir colaborar entre ellos al margen del Estado. El Estado no es el salvador, sino el opresor, el verdadero enemigo. Se acabó el engaño, y todo parte de que todos nos concienciemos de que el sistema no evoluciona garantizando el bienestar y progreso de los ciudadanos, sino garantizando su propio bienestar y su propio progreso y estabilidad.

Conclusión: Yo ya no me creo nada de lo que me intentaron meter en el bolo, y me siento totalmente engañado y estafado por esta mierda de Estado. ¿Y qué puedo proponer yo desde aquí, desde mi humilde rincón? Pues sigo proponiendo lo que vengo diciendo recientemente. La solución pasa por organizarnos en pequeños sindicatos del crimen y derrocar silenciosamente las vidas de aquellos que gobiernan desde el engaño. En realidad, ETA, si no fuera porque ha ido matando civiles por ahí, sería un modo de organización soberbio para acabar con toda esta farsa.

Esa sería la solución violenta, pero también habría una solución silenciosa y más inteligente, que pasaría por cambiar todas nuestras ideas, olvidarnos de lo que el Estado quiere de nosotros y organizarnos a nosotros mismos en pequeños gobiernos autogestionados por nosotros mismos. Eso sería posible con la colaboración colectiva. El sistema siempre fomentó el éxito individual, y todo solo se podía conseguir con el mérito individual. El sistema critica e intenta ridiculizar a la Comuna de París del Siglo XIX, a los cantones republicanos de la Primera República Española, a la comunidad hippy que logra susbsistir pacifica y prósperamente en la Alpujarra granadinaes hoy en día. Es decir, ridiculiza el éxito colectivo para ensalzar el éxito individual en el cual nos atrapa como a ratones indefensos.

Eso es mentira, esa es la mentalidad que ha arruinado todo. Por eso, hoy es fundamental que estrechemos lazos entre todos y nos ayudemos unos a otros y colaboremos juntos. No obstante, la justicia social es la justicia social, y efectivamente, ha habido muchos seres humanos que han violado nuestros derechos por encima de sus posibilidades. El sistema nos dijo... hay que perdonar, no tener rencor, etc. Ok, perdonamos, pero así como ellos han arruinado la vida de tantas personas, creo que sería de justicia que algunos de ellos también cayeran en la miseria o probaran la furia de un pueblo enfurecido contra ellos. Yo no soy una persona rencorosa, pero qué hostias, esta gentuza se merece sufrir, porque yo como ser humano jamás habría ordenado cometer los delitos contra la humanidad que ellos están cometiendo y ordenando. Así que ahora les toca pagar, y después, nosotros ya nos organizaremos por nosotros mismos, o viceversa. Lo importante es que se haga justicia y como se dice en mi pueblo, 'a cada cerdo le llega su San Martín'. Punto y final.

Cuanta razón tenía mi profesora...