viernes, 16 de julio de 2010

Un gran lugar donde volver



Los lugares se suelen medir según la superfie que ocupan en relación al planeta Tierra. Pero, después, cada uno saca su propia vara de medir. Mi pueblo es para mí el lugar más grande de la tierra, porque en él puedo expresar toda mi calma y no hay límites territoriales para esta y las fronteras no son aduanas custodiadas por enormes cachalotes de traje oscuro sino que las pongo yo en cada instante, adaptándome a algunos rigores internos bastante benevolentes. Más o menos, como debía ser la Comarca para Frodo Bolson.

Estos días son de reposo en el lugar que he visto más de 6.000 dias de mis 8.084 de existencia sin preocuparme mucho de qué pasará en septiembre, cuando me espera una nueva aventura vital para encauzar mi camino. Aún no lo tengo claro y la verdad que sólo pienso en ello de forma positiva, vislumbrando todas las posibilidades que se pueden abrir en la tercera ciudad de España por número de habitantes (quien sabe qué lugar ocupará en mi corazón el año que viene).

Elegí una profesión muy arriesgada e inestable (competencia directa con cualquier persona sin formación específica pues todo el mundo tiene derecho a ejercer la libertad de información según el Artículo 20.1 de nuestra Carta del 78) y realmente hay que intentar sacar el cuello allá donde haya posibilidad. No me voy a rendir porque creo que ya elegí estudiar esto desde los 12 años y, a pesar que cada día pierda más la ilusión por la nobleza de esta sociedad, gano en espíritu crítico, imprescindible para oponer algo de resistencia al lavado de cerebro que ejercen las empresas de la información entre sus peones.

De momento, intento no entrar en la partida sin tener mis cartas seguras formándome en las profundidades de la empresa más improductiva de esta sociedad, que se llama Universidad. Pero no me voy a engañar a estas alturas. Si algo enseña este lugar es a valorarse a uno mismo por encima del resto. La competencia en la calle es brutal y aquí te ponen muchas herramientas para que te puedas buscar la vida. Las bécas de traslado son unas de ellas. Erasmus y Séneca no sólo son dos lúcidos pensadores de la antigüedad, sino también dos grandes oportunidades para que un joven que haya "perdido" 4 ó 5 años de su vida laboral "chapando" un montón de cosas inútiles al lado de profesores con mucha jeta vuele hacia un destino laboral digno. Quien sólo vea la posibilidad de correrse grandes juergas a costa del sistema se está perdiendo la esencia de estas becas, que es aprender a conocerse a uno mismo en un lugar que no es el suyo y en el que tiene que gestionarse sus propios recursos.

A mi me hace mucha ilusión todo eso, así que intentaré aprovechar la oportunidad al máximo. Ya veremos qué cosas saco en claro de Valencia.

Por lo demás, un verano tranquilo currando con las ovejas. No hay que perder nunca de vista quién es uno y de dónde viene. Me siento muy orgulloso porque es un privilegio trabajar en la naturaleza, ver a los gatos que hay por allí, a los perros... es muy divertido. Si la vida me dice que no pinto nada en la ciudad, me volveré.

No todo el mundo tiene la suerte de poder elegir y soy consciente de ello. Si no me desvivo por el capricho al final saldrá lo mejor de mí. Es estupendo el ambiente que se respira fuera de una ciudad, todo un contrasentido si en el otro platillo de la balanza dibujo mentalmente el mundo hacia el que me estoy orientando, y aparecen grandes conglomerados y multiplataformas políticas y económicas deseando agregar más elementos de sumisión en su mundo perfecto hacia la ruina de la dignidad humana, pues que no se no escape que somos elementos mercantiles que se venden para poder sobrevivir.

Aún así. el eje de la balanza soy yo y todavía tengo tiempo para jugar con los pesos y moldear mi futuro.

Todavía recuerdo los últimos días de verdadero bochorno en Pucela. Exámenes, fútbol y un durísimo terreno de lobos esteparios hacia el que debía dirigirme para descansar configuraban mi vida diaria. Ahora sé que Pucela no es el lugar donde volver. Villada puede serlo.

¿Volveré a verte, Valencia?

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