martes, 5 de octubre de 2010

Anestesias y resignaciones virtuales

Por alguna extraña razón, aún nacemos físicamente hablando. Incluso, seguimos padeciendo sentimientos y esbozando mentalmente mundos naturales que ya no existen. Algunos, sólamente pueden imaginarse ya un mundo mezclado, y, si por alguna hipotética coincidencia pudieran observar una panorámica del Amazonas pensarían que aquello sucedió hace muchos años.

Verdaderamente, hay tantas cosas que sucedieron hace tantos años... o quizá, no tantos. Nuestra vorágine de destrucción reduce a meses o años todo un proceso vital incapaz de poder ser explicado en meses o años, por lo que perdemos de vista el valor del tiempo y a su vez, el valor incalculable de las cosas que solo éste puede crear.

La anestesia empieza a ser demasiado peligrosa. Como parece que las modas insurreccionistas contra el sistema han muerto por culpa de internet, ahora nadie se acuerda de otro mundo que no sea el viciado por el tiempo de consumo. Por eso, reivindicar lo espontaneo que resultaría un apagón de todo lo conocido, un poco el caos. Imaginarse un mundo sin mundo, donde sería posible ver de nuevo al chico de los periódicos anunciando el ¡Extra, extra!... No.

Review de esto último. El cambio debería ser mucho más sustancial. Pero, ¿cómo disponer de un elemento de justicia para delimitar donde está el cáncer de nuestro tiempo?

Sabiendo esto, es decir, cuando se creó el consumo de masas, sólo haría falta comprender como funcionaban las sociedades anteriores a ese momento, y luchar por ir aunando pequeños grupos imitativos de aquellos reales antisistema para revertir esta situación

Ahora bien, la imitación es quizá el summun del consumismo. Y aquí vamos llegando a la clave de toda la degeneración. Y ahora explicaré el por què.

Desde que estamos consolidados como especie invasora, incapaz de declinar hacia la desaparición por un ciclo vital determinado, tal y como le puede ocurrir a especies dependientes de un único hábitat como el oso polar, el koala, la barrera de coral... hemos desarrollado una inteligencia grupal imposible de destruir por un agente externo (a no ser que ocurra un golpe brutal contra otros objetos del cosmos, lo que parece improbable).

Por tanto, suponer una mejora grupal por la propia negación del sistema actual, podría ser igual de peligroso que el abismo que se avecina con este ritmo de destrucción. Roma imitó a Mesopotamia y a los pueblos de la antigua Persia. Carlomagno cargó su poder sobre los últimos vestigios del Imperio de Constantino, y, Napoleón, quiso repetir de nuevo una situación de dominio alienante. Hoy, ese dominio está perfectamente asentado. Hemos llegado por fin al Imperio perfecto, el cual no puede caer ni por surgimientos de otros Imperios, ni por luchas internas, ni por la muerte de su genocida creador.

Pues estamos en el Imperio Virtual, aquel que no tiene un centro delimitable, ni capital, ni leyes, ni líder visible. Si pusieramos a un cacique ruso a bombardear, hipoteticamente, y con la tecnología más avanzada, todos los satélites de comunicación que vertebran este imperio, la solución sería tan fácil como desactivar a través de sencillos códigos numéricos los misiles de ese hombre antisistema bolchevique, y no informar para nada, ni alentar (como pudo hacer la Revolución francesa), al pueblo para levantarse en armas contra la injusticia del supremo control del Imperio.

Por tanto, es sencillo controlar el Imperio Perfecto. Quizá, ahora haya más claridad para explicar la idea que tengo sobre todo esto. Me remito a hace dos líneas. El pobre Saint-culotte en la Asamblea Nacional, gritando por la caída del despotismo, y, sin saberlo, alentando a los primeros capitalistas importantes de la historia, los jacobinos, asentados desde entonces en el poder mundial de la política.

Y se suponía que iban a cambiar hacia un mundo más justo, pero esa maldad humana, que, sospecho será la única que nos dará a todos con los huesos en una tumba gigantesca en el futuro al lado de los dinosaurios, lo manipula todo para siempre ir a peor. Dan igual las concienciaciones sociales, los movimientos por la paz, la hora del planeta, el 0,7, el niño apadrinado de Intermón; pues, los jacobinos, cada vez eligen peor.

Internet les ha facilitado la anestesia que históricamente debían recetar a la población en forma de palos, represión, muertes y guerras mundiales; pues ahora la solidaridad del pueblo es general en un mundo totalmente homogeneo, donde la mezcla de culturas nos hace perder a pasos agigantados nuestra identidad y el ansia por el cambio. ¿Cambio a qué, si el comunismo es sólo un libro de tapas rojas y el capitalismo una soga al cuello para los obreros de las revoluciones industriales diseñadao por David Ricardo y Adam Smith?

Pero, como decía antes, las decisiones de los jacobinos deberían ser penadas con la guillotina, como hace 200 años. Annópolis o Copenhague suceden a Kyoto como el mayor chiste del Imperio. Es la broma mayor de la burocracia, el espejismo de solidaridad (no para salvar al niño somalí con desnutrición avanzada e hinchado por la retención irreversible de líquidos de su cuerpo que le provocará la muerte cada 8 segundos, al ritmo de tres o cuatro en todo el mundo), sino, graciosísimo, para buscar la solución al planeta.

Por favor, deberíamos prorrumpir en carcajadas. La madre tierra es muchísimo más sabia que la historia triste de nuestra especie. Para ella, el juego del Co2 al que estamos jugando desde que un tejano le dio una patada a una piedra y le salió aceite a chorros, es tan sólo como poner una colada y dejarla tender al remanso durante unos cientos de años después de que desaparezcamos de aquí.

La única realidad de todo esto, es que la resignación avanza a pasos agigantados y parece la enfermedad de este siglo. Nada le tiene que envidiar a las pestes bubónicas del Siglo XIII o a las purgas étnicas caprichosas del Siglo XX.

Es más, parece una guerra perdida para la humanidad. Casi es preferible dejarnos vencer esta vez. Seguramente, si no nos resignamos, mejoraremos esto, lo cual no es conveniente. Lo mejoraron los neandertales, los griegos, los romanos, los humanistas y obreros, los científicos en el boom del empirismo y el racionalismo, y, por último, los frikis informáticos de California que se han inventado todo el entramado de internet en apenas 30 años.

Y, cuando surge una mejora más, que parece que solucionará todos los problemas, observamos cada vez más soledad en las personas, más tristeza y hambre, más resignación.

Por lo tanto, deberíamos empezar a andar desnudos por la calle. No hay nada que perder. Tan sólo la vergüenza. Pero, eso tampoco existe. Internet nos la roba también en cada red social. Por tanto, resignación también hacia eso.

3 comentarios:

  1. no he captado muy bien tu idea. Explicas con puntillas y mucha diplomacia comno la mierda de fascismo consumista esta acabando con la libertad de la gente pero no me llega sanxo...no veo palabras de sencillez y es kiza lo ke te falte en el texto y en tu forma de escribir, centrarte en la sencillez y en lo que los latidos de tu corazon dicta. no esta mal el intento pero la estructura me falla...beesos...critica constructiva..

    ResponderEliminar
  2. si sientees rabia expresala...no se ha notado nada en el texto. o tu eres otro de los ke solo saben sentir resignacion?

    ResponderEliminar
  3. era una critica al sistema, al tiempo de consumo que dice Guy Debord. una reflexion sobre cuando puede comenzar todo este tinglado con una ultima parte de ironia, que quiza sea lo que no hayas entendido. me gusta la ironia, la historia, razonar. ya ves q el tono del texto es critico pero no pasional. depende del texto no? pero a mi este me ha gustado publicarlo en ese tono. un saludo

    ResponderEliminar