lunes, 26 de diciembre de 2011

Callar mi cultura del esfuerzo a cambio de mis orificios

Últimamente se habla de la cultura del esfuerzo con una gratuidad asombrosa. El estado meritorio en el que nos encontramos nos obliga a seguir esta cultura en pos de un beneficio personal. Nadie habla de la recompensa personal, sino del beneficio. Es decir, tú puedes ser un grande en lo que haces, que si la cultura del esfuerzo no te reclama, no reclama tu esfuerzo, estarás totalmente desaprovechado. Es como me encuentro hoy en día. Es decir, sé que por capacidades mi mérito es propio y autosuficiente para hacerme mi propio hueco en la sociedad que me rodea, pero esto no sirve. Me puede servir en la búsqueda de mi propio beneficio personal, pero esto no es la Escuela de Atenas de Platón, aquí el conocimiento o sirve o no sirve.

En tanto, por qué orificio de mi cuerpo me meto mi propio conocimiento? Empezaré por las amígdalas, para atargantarme. De tan áspero el sabor de mi talento se atasca indefectiblemente ahí. No me gustaría morirme ahogado en mi propio conocimiento. Prefiero explorar otras opciones.

Los oídos. Siempre fui de escuchar poco y hablar mucho, en contra de la sabiduría popular. De nada me serviría tapar mis oídos con un panfleto de letras huérfanas de padre y madre, flotadoras en el universo de la desinformación. Es preferible dejar ese orificio vació por si un día me viene bien escuchar palabras agradables, romanceros gitanos a la luz de las velas de una velada lunera. Sí, definitivamente descarto el aislamiento definitivo del sistema sonoro en el que me hayo. Prefiero seguir rodeado de silencio.

El mutismo? Interesante. Por donde salen las palabras castigarse a uno mismo en protesta por la situación injusta. No. Ese orificio llamado boca aún debe promulgar muchas ideas, siento que mi aportación en el mundo no ha terminado aún para dedicarme a la meditación contemplativa y la castidad de mi silencio me haría explotar en una onda expansiva de mis palabras prisioneras.

Ya van quedando menos orificios, y pienso que si tapase con la cultura de mi esfuerzo los esfínteres de mi pene, no podría expulsar el veneno que llevo dentro, sufriría terriblemente de la vegija, que tan presta se ofrece a expresarse por sí misma unas tres o cuatro veces al día.

Y sí, solo queda un agujerito. El ano. El recto. Por ahí comulga el periodismo. Salimos por el mismo sitio que sale la mierda hacia el WC. De tanto papel higiénico que he rellenado con mis palabras, me parece que andaré a la par con el número de metros cúbicos de papel higiénico que he rellenado con mis heces. Por tanto, por ahí sí. El ano es un buen orificio para expresar mi cultura del esfuerzo en una sociedad que me ofrece expresarme libremente, crecer individualmente, pero no me recompensa.

¿Sabes qué, sociedad? Mis últimos versos te los dedicaré desde donde acaben mis huesos tumbados para siempre, y firmaré en color ocre oscuro el mayor pastel de mi vida; y mira tú que casualidad... además me saldrá sin esfuerzo.

Hipocresía de sociedad que llama esfuerzo al mérito, que recompensa aquello que le lucra, que no ve en las ideas mayor valor que el de desinformar, que si te ha visto no se acuerda. A veces he pensado que todo sería más fácil si en vez de llamarme por mi nombre, fuera un número definitivo de persona no útil. Sería al menos más sencillo reconocerme por mi código de barras que por mi complicado código genético. Maldigo las mañanas aburridas de colegio en las que soñaba con oler mi propio periódico, mi propia firma en el periódico. Ya desde pequeño preveía que el olor de mis palabras marcaría la cultura de mi esfuerzo. Un poco tarde para dar marcha atrás. Ahora pienso yo, la gran mayoría de personas importantes que han conseguido que se les reconociese como válidos siempre tuvieron algo que ver con el mundo de la razón y la entelequia. En eso estamos precisamente, en el crecimiento personal. Pero de nada me vale si no vale para nada. Y mira que yo me sumo en lo que aprendo, e intento siempre ser el mejor en lo que me gusta, pero de momento no ha dado para más que para el fuego de artificio de mi propia existencia. Quiero que sea cohete espacial, y de momento solo es petardo ilegal de la tienda de los chinos.

Espero que como en la película 'Cielo de Octubre', todo el mundo acabe fascinado porque finalmente sí volará este petardo a propulsión hacia el cielo, o por lo menos cambie el papel del perrito de scotex por una firma elegante y picuda en un contrato de trabajo, ahora mismo la palabra más buscada del diccionario de las letras. Y no será por lo poco que la buscamos...

En fin, muro de lamentaciones aparte, me gustaría recordar que aun en Navidades las inquietudes siguen latiendo como cualquier otro día del año, y la belleza debe tener de nuevo un pequeño espacio en este muro.

Por eso, hoy haré de rey mago. Fui Melchor con 13 años y hoy soy Sanchón, o Sanchoclaus, como ustedes prefieran. En navidades apetece escuchar cuentos con algo de magia que nos devuelvan a la infancia. 'Los fabulosos hermanos Abbozzi' nos cuentan una historia muy peculiar y cortita, un cuento de los preciosos, de los que uno robaría para contar a sus hijos. Lástima que el jodido sistema de reproducción de rtve no deje compartir el vídeo en el blog. Les redirecciono directamente a un enlace que no tiene desperdicio. Si después de toda esta maraña de puzzles, piezas que encajan y no encajan y laberintos con salida no les apetece escuchar nunca más la palabra navidad, lo siento porque la volverán a escuchar, xd. Precísamente con el vecino que nunca les saluda, la panadera de la esquina o el vendedor de ultramarinos del barrio. Indefectiblemente el duende de la navidad se colará en nuestros corazones. Abrámonos al consumismo, dejemos que nos penetre y se lleve nuestras almas, total, solo dura quince días... cerremos los ojos y hagamos de esta herejía una fiesta pagana para celebrar la vida. Y recuerden siempre, esfuércense por su propio beneficio personal. A la tumba nos llevaremos lo que hemos aprendido de la vida, no las medallas que el resto nos ha colgado. Por tanto, todo lo leído es fruto de su imaginación. Cualquier parecido con la realidad es pura coincidencia.

LOS FABULOSOS HERMANOS ABBOZZI

http://www.rtve.es/alacarta/videos/especiales-navidad/fabulosos-hermanos-abbozzi/1280166/

¡¡FELICES DÍAS EN LOS QUE NO NIEVA PERO ESTARÍA GUAPO Y LA GENTE DICE FELIZ NAVIDAD!!

 Y por último, por recomendación yo les recomiendo que se informen sobre qué estaba sonando por todo el mundo el dia que ustedes nacieron. Cuando yo me tiré mis primeros pedos después de zampar mi primera comida, Joe Cocker desgarraba su voz peregrina al compás del 'With a little help from my friends'. Sí, lo han adivinado, era aquella banda sonora de la serie de televisión 'Aquellos maravillosos años'.





Cabecera Aquellos Maravillosos Años por PixelsyChips


En el enlace de abajo podrán comprobar a lo que me refiero

http://everyhit.com/dates/index.html

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