domingo, 13 de noviembre de 2011

Un amanecer otoñal


Las nubes frías de un color morado se disipan mientras miles de colores amarillos, rojos y naranjas se abren paso sin piedad en cientos de formas pasteles. Me gustaría saber pintar para plasmar lo que ven mis ojos al este de este mapa, de esta enorme llanura que es la meseta central, rodeada de montañas y cordilleras, prisionera de los aromas del mar que jamás llegarán. Desde la altura, desde los 796 metros, el amanecer parece todavía más enigmático. Al fondo, la ribera de un río tan seco como su propio nombre, Sequillo, que deambula sin pena ni gloria atravesando incesante hacia el sur por Tierra de Campos hasta morir en el Pisuerga, en uno de los paseos mas yermos y tranquilos de un lecho fluvial tan fantasmal como vacío.

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