viernes, 14 de enero de 2011

Carne de cañón

Y su respuesta fue tan clara como tajante. Después de ella, los segundos quedaron suspendidos en los minutos, y, sudando las centésimas, de repente sintió volver al principio, sin entender nada y a la vez, siendo consciente del natural curso normal de todas las cosas.
De pronto, todas las dudas quedaron despejadas. Un 0,01% o quizás menos de su existencia, frente al 100%. Era demasiado desequilibrio en la balanza. Era la forma sabia en la que la vida ponía todo en su sitio, de forma fría y justa. Aguerrido y protestón, a la vez que infantil, volvió la cabeza, revolotéo varios segundos farfullando palabras ininteligibles, y, por fin, emprendió el viaje de vuelta.

...Haciendo honor a su propio mérito personal, se volvió a distraer en lo absurdo y remotamente estúpido de la vida. Como si nada ocurriera - en realidad era así, pero no quería aceptarlo - ya solo pensaba en aquel fastidioso estribillo y pensaba...

- ¿Cómo se titula esa canción? - Quiero chasquear mis dedos y perderme entre sus estribillos.

Una voz interior salió al paso: (...Pobre y estúpido viajero, que no ha de busquar una respuesta, ni dos, ¡ni cien mil!, -incluso. Pues si algo tan fácil de diagnosticar en vida no se diagnostica, es que no existe. Hasta que te mueras es así siempre).

-¿Incluso mi propia ilusión?, -inquirió de manera soez el osado viajero.

- (Esa es precisamente la más fácil de diagnosticar. ¡Hasta un estúpido como tú podría verlo!, - respondió la voz).


Pero él no tenía la culpa de haber nacido estúpido y haber crecido sin crecer, realmente. Incluso, debía dar las gracias a la vida por no haber caído en peor situación.

Varias veces había tirado dados, y varias veces salieron los jockers bromistas. No era un comodín, sí era su destino: ser carne de cañón.

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