sábado, 29 de enero de 2011

Mis primeros 50 partidos

Esta mañana cogeré un tranvía rumbo a la Malvarrosa. Allí me espera una mañana con dos partidos para arbitrar, ese nuevo hobby que llegó a mi vida hace un año, aproximadamente, y que mañana celebro conmigo mismo (haciendo honor a mi blog), la cifra redonda de 50 partidos arbitrados. El primero será de benjamines de los juegos escolares y el segundo de cadete preferente femenino, donde uno de los equipos es el filial del Ros Casares. Doble motivo para que me guste arbitrarlas, pues seguramente tengan jugadoras con mucha calidad.

Está siendo este año cuando más le estoy cogiendo el gustillo al abitraje, pues tengo la posibilidad de conocer los pueblos que rodean Valencia y me estoy quedando fascinado de la admiración por este deporte que hay en las personas en la Comunidad de Valencia. Hay bastante cultura del baloncesto y mayor respeto por este deporte, sobre todo. En comparación con mi año pasado en Valladolid, puedo decir que estoy mucho más contento con la actitud de los entrenadores, de los chicos que juegan y del público en general, nada que ver con los bochornosos espectáculos que me tocó presenciar en Valladolid el año pasado. Pero supongo que de todo se aprende.

Me ilusiona ir sumando los partidos que arbitro, y voy a intentar que los siguientes 50 sean aún mejores y disfrutar mucho más, porque cuantos más partidos arbitras más experiencia coges y mejor te desenvuelves, a base de hacer fallos gravísimos de reglamento que luego vas a corregir en la siguiente jugada, o en el siguiente periodo, y que en el siguiente partido va a ser muy difícil volver a cometerlos.

Digo que este año lo disfruto mucho más porque me están designando partidos senior y ahí tengo la posibilidad de aprender de otros compañeros con más experiencia. El otro día, al acabar el partido, Pedro, que tiene casi 60 años y es el árbitro más veterano de la federación, me presentó a Aramburu, ya retirado y amigo suyo. Me contaron que ellos comenzaron a arbitrar mientras jugaban con sus clubes, porque tenían verdadera pasión por el baloncesto, y que antes había un sindicato de árbitros que ahora ha desaparecido, y había mucho más compañerismo y un reparto justo del dinero de los partidos, que ahora gran parte se va por intermediación de la federación.

Pues bien, Aramburu me dijo que una temporada llegó a arbitrar más de ¡200 partidos! y que le salía la media de casi 5 por semana. Madre mía, pensé yo, este hombre ama de verdad el arbitraje. Pero este año lo ha dejado por problemas en las rodillas, después de tres operaciones de meniscos, que le estaban destrozando las rodillas. Me contaba Aramburu que la misma temporada de los 200 partidos pidió un ascenso de categoría y se la denegaron por no ser apto físicamente. ¡Cómo que no! - se enfurecía 30 años después. Que hubieran ido ellos a pitarlos, que yo me aguantaba jugar por la mañana un sábado y por la tarde arbitraba, y al día siguiente ya tenía otro partido por la mañana.

Una buena conversación que se suma a otras tantas, donde abro muy bien los oídos para captar todas las historias que me quieran contar, pues así te puedes aprovechar del criterio de cada árbitro y formar el tuyo propio.

Yo no pude de pequeño amar este deporte yendo de cancha en cancha, entrenando, subiendo de categoría, compartir un vestuario... Porque en mi pueblo no había baloncesto. Me tenía que conformar con verlo por la tele e intentar aprender todos los valores que tenía este deporte, por lo menos los que se podían aprender por la pantalla.

Es por eso que ahora disfruto casi como cualquier chaval que salta a la cancha de minibasket, y es miembro de un club que se suele llamar escolapias o jesuitas o su puta madre religiosa, no sé, seguramente al chaval o chavala en cuestión no le importe y solo quiera que la pelota vuele por los aires y salir escopetado a buscarla. Es bonito ver el compañerismo que se crea en la base, porque es la única categoría mixta y ahí los niños aprenden mogollón.

A veces no puedes hacer otra cosa que sonreir, porque son tan inocentes que es para comérselos. Era el sexto periodo del partido (pues los benjamines juegan a seis periodos a reloj corrido de 8 minutos cada uno), y ese niño sólo había jugado dos periodos anteriormente. En la otra parte de la cancha los chavales han tirado agua de las botellas al lado del banquillo, seguramente jugando con ellas por aburrimiento. Entonces, el entrenador se va a buscar una mopa para secar todo aquello, y yo aprovecho para ir organizando el saque. El niño que tengo a mi lado es una pulguilla que me llega por el cinturón o por ahí. Me mira con ojecillos inocentes y pregunta:

-Oye, ¿ya está pasando el tiempo?

Jeje, por dentro me moría de la risa.

-No, -contesto yo-. El tiempo está parado y en cuanto se seque la pista comenzamos. Tranquilo que vas a jugar los 8 minutos.

Le di la bola y sacó. No creo que le importara el resultado ni nada de nada (de hecho, los benjamines a veces no tienen ni clasificaciones), pero esas ansias por jugar, esa ilusión enorme por levantarse un sábado e ir a darle botes al balón... me sonaban bastante.

Es por eso que el baloncesto enseña valores y fomenta el amor propio y, por qué no, la alegría de vivir.

Mañana cumplo 50 partidos. Precisamente será en ese partido de pequeñajos, como cuando empecé. El 51 será el de las cadetes. A ver si por mayo o así puedo titular este blog... Mis primeros 100 partidos.



Aquí dejo un vídeo del día del minisbasket en Valencia. En Valladolid también se organizó el año pasado, y es el último partido de la temporada para los niños. Se organizan carpas con refrescos, o en este caso chocolate gratis para todos y los árbitros más veteranos se juntan con los que están empezando, hay partidos durante todo el día... para mí, es un día muy bonito, una gran ofrenda al basket.

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