jueves, 13 de enero de 2011

La belleza que a veces vuelve

Tan solo lo bello puede ser capaz de hacernos resplandecer. 5 minutos apenas de genialidad para quedar grabados y volver a creer en la magia de la vida. 5 minutos de contrastes, donde la somnoliencia nos transporta en una barquita muy chiquitita a un patio cordobés, mecidos por la suave textura delicada del gran maestro Joaquín Rodrgido y los acordes mágicos de su concierto de Aranjuez adornando un paseo imaginario. Y ahí todo es posible. La capacidad de volver a sorprenderse, de no esperar los giros que deparará la vida, los susurros de melodía, canto y esperanza, la ternura de un acorde reboltoso y saltarín, que finalmente yacerá en las llanuras del desencanto -todo en esta vida suele tener su sabor amargo, incluso la belleza-. Es en esos momentos donde es preciso recordar esa belleza como tal, como pura, desnuda frente a un fuego, secando sus serenatas y acariciando lo salvaje, siempre consciente e inconsciente al mismo tiempo de su unicidad. Claman una cuerda contra la otra, y después acompañan al unísono fagots y oboes, presentando a la vieja guitarra, que se vuelve bella en compañía del viento, del metal pulido y resplandeciente y de ahí crece hasta hacerse eterna... A lo lejos, un remanso de paz lleno de luz augura que lo bello siempre es fugaz, pero siempre tiene retorno.

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